lunes, 30 de agosto de 2010

El Estrés

El Estrés

Algunos expertos consideran que el estrés es el problema más grave del nuevo milenio. Además hay una tendencia de creer que antes se vivía mejor y sin estrés. El estrés siempre ha estado acompañando la humanidad. La intensidad puede variar según la situación. De hecho constantemente estamos bajo estrés. Cada uno de nosotros hemos llegado a tolerar un nivel adecuado de homeostasis. De modo que si superamos nuestro umbral, hacemos algo para rebajarlo. Y si la intensidad baja, sentimos aburrimiento e inmediatamente intentamos realizar una actividad para añadir una dosis de estrés para recuperar nuestro estado de equilibrio.

Por lo tanto el estrés no siempre es prejudicial. Puede motivarnos en momentos de pereza y sirve como una chispa siempre y cuando la intensidad no sobrepase nuestra capacidad de gestionarlo.

Pero cuando no somos capaces de manejar el estrés corremos el riesgo de sufrir síntomas de origen físico y psicológico. Desde problemas tan comunes como el estreñimiento hasta trastornos cardiacos pueden ser resultado de una mala gestión de nuestro estrés diario. El estrés puede causar también problemas serios en nuestra relación con lo demás. Según las estadísticas casi la mitad de los divorcios ocurren en el primer año de nacimiento del primer niño. Al parecer 5 en cada 10 parejas no tienen los recursos adecuados para manejar los cambios que conlleva un nuevo miembro de la familia.

Hace falta entonces una preparación adecuada contra los efectos de estrés. Esta preparación tiene que abarcar las cuatro dimensiones de la vida: físico, mental, emocional y espiritual. Un equilibrio entre los recurso físicos, mentales, emocionales o sociales y espirituales nos fortalecen contra las síntomas del estrés. No existe la vida sin estrés. Nadie puede vivir sin estrés. El estrés no es necesariamente nocivo. El estrés es la “chispa” que muy a menudo nos motiva a alcanzar nuestras metas.

La Anatomía del Estrés

Acabamos de comentar que el estrés siempre nos ha acompañado. De modo que nuestros antepasados también han sufrido sus efectos. Imagina un homo sapiens que está en su cueva tranquilamente devorando su cena. De repente ve la sombra de un tigre reflejado en la pared. Inmediatamente y de forma totalmente automática su cuerpo pone en marcha unos cambios fisiológicos para prepararse ante el peligro. Tiene sólo dos opciones: huir o luchar. En cuanto los sentidos percatan la amenaza, la adrenalina, llamada también la hormona del estrés, es segregada que provoca una serie de síntomas en el cuerpo:

1. Las pupilas de los ojos se dilatan. Esto permite que el homo sapiens pueda ver mejor y así tener mayor probabilidad de supervivencia.
2. La boca se seca. De esta manera se aporta menos fluidos al estomago.
3. La digestión se interrumpe. Al no llegar la saliva abundante al estómago, el proceso digestivo se paraliza temporalmente para redirigir mayor flujo de la sangre a los músculos. Esto explica por qué en momentos de un susto sentimos un hormigueo en el estómago.
4. Los músculos se tensan. El flujo repentino de la sangre a las células musculares les haces más resistentes a los golpes y les aporta mayor fuerza.
5. El corazón late con mayor fuerza. El aumento de la tensión arterial proporciona más combustible al cuerpo.
6. La respiración se acelera. Aparte de la sangre, los músculos necesitan oxigeno para la acción.
7. Se suda más. La sudoración regula la temperatura del cuerpo.

Hay más cambios que ocurren en el organismo, pero estos siete son los más relevantes. Como se puede apreciar el mecanismo automático de la respuesta del estrés es un dispositivo para salvaguardar la integridad del organismo. Sin que haya necesidad de malgastar el tiempo para pensar, reaccionamos bajo estrés.

El cuerpo está equipado con un arsenal muy sofisticado contra el estrés. Su principal propósito es de prepara el cuerpo para enfrentarse contra una emergencia. Cada vez que percibimos una situación de emergencia donde nuestro bienestar está en peligro una alarma se dispara. Esta alarma moviliza todos los recursos del cuerpo para el ataque o la huida. El cerebro entonces tiene que decidir entre “atacar” o “huir”. Esta alarma no sirve como una garantía de preservación y sobrevivencia.

Esta alarma nos fue programada para una vida en tiempos primitivos. Hace miles de años la vida no era tan fácil. Había tigres feroces que les encantaba la carne humana. En un entorno tan hostil la biología de los humanos se programo de tal manera que era muy práctico luchar o huir de los tigres. Pero hoy en día no hay tigres en las calles. Los “enemigos” son el trafico, la contaminación, el ruido, el paro o la burocracia. En estas situaciones ya no podemos depender completamente de nuestra respuesta de “atacar o huir”. Hoy en día no es la respuesta más creativa de atacar nuestro jefe, aunque nos tente este pensamiento.

Cuando el estrés es puntual y podemos responder de manera adecuada y superar la amenaza, todo estará bien. Los problemas empiezan a surgir cuando la amenaza no cese o que nosotros no seamos capaces a responder de manera adecuada. Entonces surgen problemas de salud causados por los siete cambios fisiológicos mencionados anteriormente. Veamos:

1. Cuando las pupilas de los ojos están dilatadas de forma crónica, da a lugar a problemas de visión y posibles jaquecas.
2. La saliva protege el esmalte de los diente y facilita la digestión entre otros beneficios. Por lo tanto una boca excesivamente seca conlleva dificultades para tragar y obstaculiza la digestión.
3. El proceso digestivo puede pararse de vez en cuando. Pero si esta interrupción se alarga demasiado sufrimos problemas estomacales.
4. La tensión muscular crónica da lugar a contracturas y dolores.
5. La hipertensión es uno de los problemas cardiovasculares más peligrosos.
6. El bloqueo de la respiración puede desembocar en problemas respiratorios.
7. La sudoración excesiva en manos, pies, axilas y la cara no presenta serios riesgos pero es incomodo y puede generar problemas sociales.


Si conocemos lo que ocurre a nivel físico, estaremos mejor preparados para manejar el estrés. Así podemos prevenir una variedad de problemas de salud a nivel físico y mental. Cuando notas que algunos de estos síntomas se están convirtiendo crónicos, haz cambios (reducir el nivel de estrés y incrementar tus recursos internos) para poder mejor gestionar los desafíos de la vida.

2 comentarios:

  1. Mi aportación a esta publicación es que me siento totalmente identificada con la referencia estadística de divorcios como consecuencia del nacimiento del primer hijo. No se me hubiera nunca ocurrido pensar, que mi situación personal, fuera parte de la estadística ó que tuviera relación con el estrés. Es cierto que cuando nació mi hija, para mi no fue motivo de felicidad, me angustiaba mucho, no sabía por donde empezar, la niña me absorbía mucha energía, no dormía por la noche,era rebelde, llorona, siempre con alguna dolencia, la tenía que dar pecho cada 2 horas,solo quería estar en mis brazos, no me sentía apoyada por mi ex marido y recuerdo que estando viviendo en casa de mis padres durante los meses de baja, se les ocurrió decirme que se iban de vacaciones y rompí a llorar como una niña rogándoles que por favor no me dejaran sola, a partir de ahí, conocí la depresión post parto. Menos mal que todo aquello pasó,superé la depresión, adaptarme a la niña me costó más tiempo, pero después de diez años y conociendo hoy en día lo que nadie me supo explicar en su momento, puedo decir que aún y así......una dosis equilibrada de estrés es la sal de la vida.

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  2. Como dices, "una dosis equilibrada de estrés es la sal de la vida." Me alegro que, a pesar del sufrimiento, tu actitud es positiva. Gracias por compartir tu experiencia personal.

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