domingo, 22 de agosto de 2010

Comida y Emociones

Una señora se presenta en mi consulta y me pide ayuda para su problema de sobrepeso. Debajo de su “armadura de grasa” veo una mujer muy atractiva. Me cuenta los detalles de su problema y todos los esfuerzos que ha realizado para adelgazar sin éxito.

Me dice que recientemente ha descubierto porque empezó a engordar. Era (y es) una mujer sumamente guapa y se había acostumbrada a la atención que le prestaban los hombres y hasta a los piropos de los extraños. Todo parecía ir bien hasta que se casó y tuvo hijos. Como es de esperar la atención de los hombres y los piropos continuaron a pesar de tener un niño pequeño. Las miradas y los piropos que antes le hacían sentir adulada, ahora le causaban incomodidad. Era una mujer creyente y decidió hacer algo para superar su problema embarazoso. Cambió su imagen y vestuario para atraer menos atención pero el interés excesivo de los hombres le seguía perturbando.

Descubrió que la comida le ayudaba a aliviar estas emociones negativas. En cuestión de menos de un año había engordado unos 25 kilos. Ahora ya no era la mujer extraordinariamente sexy. Ahora su gordura le había camuflado su belleza. Los hombres ya no le prestaban atención y se sintió aliviada y feliz. En un par de ocasiones intentó a adelgazar con éxito pero apenas aparecía su cuerpo delgado, también los piropos. Y de esta manera empezó un círculo vicioso: Cuando se hartaba de su gordura y adelgazaba, los piropos le hacía sentir incomoda y por tanto engordaba para gestionar sus emociones. Ahora se había dado cuenta de su dilema pero no sabía como salir de el.

La comida no es exclusivamente una fuente de energía. Comer nos aporta también una sensación de placer. Por esta razón cualquier dieta o régimen que sacrifique el placer de la comida por adelgazar es destinado al fracaso. El placer es la base de nuestra alimentación.

Pero cuando utilizamos la comida como un refugio, entonces aparecen los problemas. Desde niños los padres utilizan la comida como un premio: “Si te comes la verdura, te daré un helado.” A menudo la gente ofrece una golosina a un niño que esta llorando. Si esto se repite demasiada veces, los niños forman una asociación entre el dolor y sufrimiento y la comida. De mayor, cuando quieren gestionar sus emociones, recurren a la comida.

¡Me acuerdo otra señora que me dijo que las emociones fuertes le engordaban! Me explicó que justo antes de venir a verme, recibió una llamada de teléfono de su madre que le dio un disgusto fuerte. Colgó el teléfono con rabia contenida y se pesó en la farmacia más cercana. ¡”Después de esta llamada he engordado dos kilos!”, me dijo convencida. Hay muchas personas que creen que las emociones les engordan. Esto es verdad: sienten una emoción fuerte y luego comen algo para aliviar el dolor. No es cierto que el mero vivir un disgusto suba el peso corporal.

Si te identificas con estas historias, es hora de aprender a gestionar tus emociones de una manera mas apropiada. La mejor manera de cambiar tu relación con la comida es de empezar a comer solo y exclusivamente las cosas que te gustan. Déjate llevar por tu paladar. En el artículo” Como Adelgazar Sin Dietas: Parte I” te explico en detalle como dar este paso.

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