sábado, 18 de septiembre de 2010

La Respuesta del Estrés

El estrés es la interacción de los agentes estresantes y nuestra capacidad de adaptación y respuesta. Los acontecimientos inesperados, sean positivos o negativos, generan inestabilidad en nuestra vida. Además nuestra reacción determina el efecto final de tales retos. Solemos pensar que el estrés es principalmente lo que nos sucedes desde el exterior. Por ejemplo cierran la empresa donde trabajamos y nos quedamos en paro o un accidente nos obliga guardar cama durante un largo periodo de tiempo.

Pero en realidad lo que determina la tensión y ansiedad no es el suceso negativo, sino nuestra propia evaluación de lo ocurrido. Por ejemplo la pérdida del empleo puede causar tristeza, ansiedad y rabia en una persona mientras que otro puede considerar el suceso como una oportunidad para buscar un empleado mejor.

Para mejor entender este fenómeno veamos un principio que suelo llamar APRE. Cada vez que te enfrentas con una demanda que amenaza tu calma y serenidad y que requiere un esfuerzo de tu parte para adaptarte a la nueva situación puedes recordarte de las siglas A.P.R.E. Es fácil de recordar porque viene de la palabra “apremio” sinónimo de estrés. Las últimas dos letras “mío” nos enfatiza nuestro rol en este proceso. Al fin al cabo el estrés de mi vida es “mío”. Veamos las siglas:

Acontecimiento
Percepción
Respuesta
Efecto

El acontecimiento es el estimulo o la demanda que se te presenta. Cualquier situación que por su intensidad o frecuencia se convierte en algo extraordinario y sale de los límites de tu adaptación. La percepción está basada en tu actitud, creencias y expectativas, las cuales determinan tu interpretación del acontecimiento. La respuesta es lo que haces para defender y proteger tu integridad. El efecto es el resultado final de todo este proceso. Dado que nuestros filtros perceptuales son inconscientes, sólo vemos el acontecimiento como el causante del efecto.

Tomemos el ejemplo de la pérdida de empleo para ilustrar el principio de APRE. Ser despedido es el acontecimiento. Ahora llega la parte crucial, la percepción que determina el significado que otorgas al suceso. Podrás pensar: “Soy un fracaso. Me han echado del trabajo porque no era bueno.¡ Que mala suerte!” Tras esta evaluación negativa alteras tu postura, tu respiración y expresión facial que refleja el estado de desesperación, culpa y depresión. Por tanto ante el acontecimiento (perdida de trabajo) utilizas tu percepción (creencias y expectativas) para darle significado y al etiquetarlo negativamente, cambias tu cuerpo (respuesta) de tal manera que sientes depresión (efecto).

Cuando examinamos detenidamente el proceso APRE nos damos cuenta que la clave es nuestra percepción de los sucesos. Poco podemos hacer con los acontecimientos porque la mayoría ocurren sin que podamos ejercer algún control sobre ellos. Una percepción distorsionada de nuestras capacidades y virtudes hace que evaluemos negativamente el estrés. Pero una autoestima sana ayuda a percibir los sucesos malos como un cambio brusco que podría albergar un incentivo para nuestro desarrollo personal. Por ejemplo una persona optimista podría evaluar quedarse en paro de una manera positiva y pensar, “La empresa está atravesando dificultad y no han valorado my rol en ella. Esto medará una oportunidad a encontrar algo mejor.” El efecto de este optimismo suele ser mejor adaptación a la dificultad.

Tenemos concienciarnos que la mayoría de los sucesos estresantes en sí mismos son neutros. Nuestra interpretación otorga el significado emocional. Cómo dijo “No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano que lo hace aparecer así.” La siguiente historia ilustra que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno:


Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que vivía con su hijo. Sólo tenían un caballo para trabajar la tierra. Un día su hijo le dijo:
- "Padre, qué desgracia, se nos ha ido el caballo".
Su padre respondió:
- "Veremos lo que trae el tiempo...".
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. Unos días después, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se rompió una pierna.
- "Padre, qué desgracia, me he roto la pierna".
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
- "Veamos lo que trae el tiempo...".
El muchacho se lamentaba. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Fueron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.

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